”Si encontráis a mi Amado decidle que muero de Amor” (Cantar de los Cantares, 5)

El Cielo ha encendido las estrellas porque algo está sucediendo en la Tierra y quiere verlo, participar de ello y registrarlo en su memoria. Se dice que ha habido muchos intentos previos, pero ahora va a suceder, al fin; y todos podremos ser testigo cualquiera que sea el lugar donde habitemos, pues cada uno tiene su estrella encendida desde la cual observa…

La crónicas hablan de dos amantes eternos cuyo rostro nadie jamás ha visto. Tal vez por ello los sabios rishis y los cronistas más antiguos los imaginaron “dioses” como a Shiva y Shakti, y así nacieron las metáforas que han acompañado a los humanos e inspirado sus sueños en espera de un despertar.

¿Quiénes son los amantes, más allá de las metáforas? ¿Dónde se ubican? En nuestra Tradición, siglos antes de que naciera Jesús,  se comprendía la Creación como un “acto de amor puro” emanado de Dios, es decir,  que:  aquello que desciende haciéndose real o manifiesto en incontables formas, es amor puro o “Amor de Dios”: Dios mismo auto impulsado hasta hacerse “forma visible y Presencia inmanente” al propio tiempo: UNO con lo manifestado, como una sola cosa, y serlo de manera permanente en todo. El Espíritu implícito en la Materia.

Así, en cada uno de nosotros habita el “AMOR PURO”, el “Amor de Dios” que nuestros antepasados llamaron la Presencia o Shekinah, en unión perfecta con nuestra realidad humana: lo divino y lo humano, los “dos amantes” de las metáforas unidos en una sola realidad que no percibimos ni somos conscientes, pero que algo en nosotros sabe que existe y quiere encontrarla, y vivirla… Y la buscamos afuera, donde todo son espejos de lo que llevamos dentro. De ese modo, siendo lo de adentro el “Amor de Dios”, toda búsqueda humana  es, en el fondo, una búsqueda de Dios. Un cortejo en busca del Amado invisible, a través de los múltiples espejos que son los demás, o “el otro”.

Un día, la búsqueda termina y se produce el encuentro: el hito mayor de la existencia. Ese día, el Cielo (que lo estaba esperando) celebra con una fiesta el final de la más grande historia de amor, la sagrada unión de los amantes o Hierogamia,  Acontecimiento supremo que en el Hinduísmo, en cuya cosmovisión existen Shiva y Shakti antes nombrados,   denominan Pralayah o Gran Reconciliación Universal, que es nacer a una vida nueva duradera,  como una Era Dorada gozosa, justa y feliz. El Mundo Nuevo descrito en el  Apocalipsis.

Lucen radiantes las estrellas en el Cielo, por ti… Por todos. Feliz Año Nuevo.

Félix Gracia (Enero 2024)

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