“He aquí que Yo (Dios) lo renuevo; ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?” (Isaías 43, 19)

Las palabras del profeta revelan que la actividad de Dios trasciende   a la percepción humana. O sea, que pueden existir obras de Dios que no reconocemos y, por tanto, inexistentes para nosotros. Aunque no para Él.

En tal caso, ante la afirmación divina de: ”Mira que hago un mundo nuevo; hecho está”, ¿cómo interpretarlo? Nosotros no lo vemos por ningún lado… ¿significa que no existe, o que solo existe para Dios?

¿Existe lo que no vemos? Esta es la cuestión. Y la respuesta es sí. Un Sí rotundo: el árbol que no ves, existe en el seno de la semilla. Entonces, ¿por qué no lo reconocemos? Y la respuesta es: porque no ha sido creado. Existir y crear no son sinónimos: el primero es previo y mayor y deriva en el segundo, por el que se hace manifiesto.

Crear es hacer perceptible por los sentidos algo que existe en un estado alejado de nuestra capacidad sensorial, metafísico, intangible…, “espiritual”. Crear es hacerlo real, o realizarlo. Exactamente lo que yo estoy haciendo al escribir este artículo, que existía previamente en mi psique lejos de vuestro alcance, pero ahora está “contigo” (en tu experiencia sensorial) porque lo he “creado” o hecho real. Mientras estaba en mi psique, solo me pertenecía a mí (en el sentido de que solo yo conocía y participaba de su existencia), pero al crearlo ya es tuyo también. Date cuenta: crear es algo más que hacer real algo metafísico. Crear es hacer común algo que era privado…, es admitir al “otro” en tu intimidad, en ti.  Es un acto de Amor.

Ahora vuelve a leer: “Mira que hago un mundo nuevo; hecho está”, y observa que  es lo mismo que yo podría decir respecto a este artículo que he escrito y publicado; es decir, que he  creado… Pero, aún así, aún habiendo sido “hecho” (o creado), tú podrías no leerlo, no conocerlo, no enterarte… y seguir tu vida al margen del mismo. Para ti, el artículo no habría sido creado. Ni existiría.

Medita esta posibilidad. Porque quizá sea exactamente lo que nos  esté sucediendo a todos  en relación a ese Mundo Nuevo anunciado como “ya hecho” o creado por su autor, pero que no vemos por ningún lado. Así que, toma nota de esto también: crear, en verdad,   es una tarea de dos, y no de uno: el creador de la obra y el destinatario a quien va dirigida. Y ambos han de cumplir con su rol: el creador creando su obra, y el destinatario recibiéndola, que significa acogerla y hacerla suya.  Pero si éste se halla “ausente”, si no la recibe, si no está en sintonía, si no la “reconoce”…, aquello que le ha sido enviado seguirá existiendo  como una potencialidad, pero no estará creado, no será real. Y, para el ignorante destinatario a quien iba dirigido…, es como si no existiera.

Escucha ahora de otra manera: “Mira que he hecho un mundo nuevo para ti…, donde vivir contigo. Y, como puede que tardes en descubrirlo, me hice eterno para esperarte”. Así nos  habla Dios hoy, en contraposición a la vieja y falsa idea del “pecado original” establecida por nosotros, que tanto bien nos ha negado.

Queridos amigos: “Quien tenga oídos para oír…” Suenan  actuales  aquellas palabras de siempre. Y uno siente que  algo nos falta por hacer, considerando que nuestra disposición interna y nuestra actitud habitual en la vida es ser los  “destinatarios ausentes”, sordos empedernidos y ciegos ante el “don” que se nos ofrece a diario. Y de manera especial en este presente, en forma de Mundo Nuevo ya existente en la mente de Dios e intuido y deseado por nosotros…, a falta de que se haga real, según acabamos de entender.

Por tanto, es la hora de crear…  Sin más. Y la Creación se cumple o consuma cuando el  receptor de la misma, el Hombre, la recibe o acepta. Y eso no es un gesto puntual, sino una ética igual a la que el Creador ha tenido contigo: admitir al “otro” en tu vida, a “todo lo otro”. Compasión, que es: “percibir o sentir el amor de Dios en forma de amor a los demás”.

Empecemos por ahí.

P.D. Aprovecha que estás aquí y entra en OIKOSFERA, donde hay mucho de “todo lo otro” esperándote.

Félix Gracia

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