“Hay un niño en cada uno de vosotros que guarda la inocencia del primer día. Alimentad a ese niño porque trae vuestra salvación…” (F.G. libro “Herederos de la Tierra”)

Hoy es el Diluvio. No importa qué pronostiquen los partes meteorológicos, si habrá lluvia o sequía.  Hoy es el Diluvio, y ayer… y mañana, y siempre.  La vida humana en su conjunto es la epopeya del Diluvio Universal, la historia de supervivencia de una humanidad temblorosa que habita un Arca con forma de  Planeta. Una humanidad que se siente culpable y alejada de su dios, condenada por sus pecados y sufriente. Muerta o en proceso de muerte…, salvo milagro.

¿Qué suerte aguarda a esta humanidad? Creíamos que la del Diluvio Universal, al igual que toda la Creación, era una “historia” del pasado; es decir, algo ya acontecido hace millones de años. Pero no es así, y  hoy reconocemos  que aquellas historias no son episodios reales sino mitos: relatos de “todo tiempo”, intemporales, siempre latentes y activos… Que la Creación no es un hecho pasado, sino presente y activo: un proceso creador continuo al que hoy llamamos Evolución. Y que, por tanto, el Diluvio no fue…, está siendo.

Estos son los hechos. Y con independencia de cual sea nuestra opinión; es decir, al margen de los “partes meteorológicos personales” de cada uno, la vida cotidiana de todos discurre en medio de un temporal que por sus dimensiones y consecuencias acertamos en denominar Diluvio Universal, pues afecta a toda la humanidad. Llueve sin cesar sobre nuestras cabezas…, y no precisamente agua.

Así que: no te compres paraguas innecesarios. No te cubras, porque la “amenaza” no está afuera, sino en ti… Como también está el refugio.

En dicha humanidad, es bueno saber que cada uno de sus miembros,  cada uno de nosotros, abriga en su alma el espíritu  de un Noé…, una chispa de vida conectada a la fuente eterna, un impulso que un día  se sentirá destinado para  conducirnos hasta la  tierra firme, que también está en nosotros, desde donde resucitar como “amigos” de Dios tras el largo Diluvio y  emprender una vida nueva.

Noé, al igual que otros patriarcas posteriores a él como Abraham o Moisés, no son personajes históricos (aun en el caso de haber  existido) sino arquetipos, impulsos vivientes presentes en la psique humana y con capacidad para manifestarse en forma de “personaje” en la vida de cualquiera de nosotros, que somos seres humanos complejos llamados a interpretarlos sacándolos a la luz…

Escribo estas líneas con la atención orientada a  todo ser humano, pero especialmente con el sentimiento puesto  en esas personas atrapadas en alguna situación grave o aflictiva de las que parece no haber salida…: los que sufren, los que tienen quebrantado el corazón, los abatidos de la tierra,  de hoy y de siempre… Ellos, con su situación extrema, nos recuerdan al resto que el Diluvio continúa y que todos somos ocupantes del Arca.

Pero en el Arca también viaja Noé, silencioso y sin hacerse notar…, a la espera; es decir, atrapado por el “estado  condicionado del alma” , el cual se  basa en las viejas creencias que hablan de culpa, de enemistad con Dios, de inmerecimiento y de castigo purificador, que atraen y perpetúan el sufrimiento humano. Atrapado en ese estado anímico recurrente del “samsara”, de la vida repetitiva asumida con fatalismo y resignación, que es una manera de estar muertos…

Esa, o así es la vida humana, la vida en el Arca, mientras Noé permanece “atrapado” por las viejas creencias. Es decir, mientras nosotros sigamos siendo el “hombre viejo” de las Escrituras…, aquel que no ha escuchado a la voz decir: “Mira que hago un Mundo nuevo…, hecho está”.

Escúchalas tú, de una vez. Cambia tus viejas creencias y asume que nunca te fuiste de Dios ni Él de ti… Levántate y despierta a Noé, porque ha regresado la paloma, anunciando la “nueva tierra”…

Félix Gracia (Junio 2021, preludio de un “desembarco” lento y seguro…)

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