...el futuro ha comenzado

Oí la voz del Señor que decía: ¿a quién enviaré y quién irá por nosotros? Y entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.

(Isaías 6,8)

Tengo la certeza…

Podría ser más comedido, o más cauto. Pero, no. Que no es tiempo éste, de nadar y guardar la ropa, sino de mojarse. Hoy, todos somos interpelados: todos Isaías, ante el futuro llamado a ser…, o que ya lo está siendo, en verdad, configurado por el  presente. Por esta categoría del tiempo, explícito y a la vez fugaz conforme a su naturaleza y función. Porque el tiempo llamado presente es el punto en común entre el ayer y el mañana, el escenario real donde el último paso del ayer que se va, es a la vez primer paso del mañana que llega: un eje de simetría, común. Más que un puente.

Sí, tengo  el sentimiento de que el mañana ha llegado en forma de presente,  y que ya ha comenzado el futuro.  Y, puesto que estamos aquí, en el presente, me digo también si acaso encarnamos al  Isaías citado,  protagonista de la metáfora bíblica y símbolo del ser humano intemporal  que responde a la pregunta, ofreciéndose voluntario;  y que por esa razón estamos y nos reconocemos portadores de ese mismo sentimiento en este presente cargado de circunstancias complejas; es decir, en un tiempo y lugar adecuados para la realización de  una tarea o servicio determinado, como versiones actualizadas del mencionado símbolo humano. Convocados íntima y silenciosamente de manera intuitiva; advertidos, como si en nosotros hablase un “anunciador interno” que todo lo ve. Y tentados a responder.

Puede parecer excesivo este comentario mío, pero así lo siento, y creo. Y me  ratifico con un consciente e incondicional  “Heme aquí, envíame a mí”; dispuesto y entregado a una causa, que intuyo es nueva. Aunque prevista desde el origen de la Creación y contenida en el guión de la misma en forma de salto de conciencia de la humanidad; de un  cambio radical en la manera de ser y de estar en el mundo, que trae a mi memoria aquellas palabras de Sri Aurobindo: “de simples hombres se convertirán en seres espirituales, y la vida terrena se convertirá en la vida divina”. Palabras que sonaron a profecía hace más de un siglo, y que hoy definen cuál puede ser el escenario inmediato, previsible y cercano: el QUÉ, o la Obra a realizar, que implica una revolución sin precedentes en la historia. Aun si la contundencia de las mismas suenan a milagro y a “imposible”, salvo que intervenga Dios, dada la impía realidad del mundo presente, situado en  las antípodas éticas del noble comportamiento humano sugerido. Un milagro, en verdad, mayor que el de los panes y los peces.

Así lo transmite, no obstante,  y hace sentir  ese “anunciador interno” antes aludido. Así, pues, ha de  constar previsiblemente  en el guión y, por tanto, así será la película. Otra cosa es el cómo hacerlo y quién lo hará…

Pues sí…, amigo: hemos llegado al mismo punto donde se desarrolla la secuencia de Isaías que encabeza mi reflexión: esa donde el Señor (Dios)

parece tener un proyecto o un plan, que necesita ejecutores del mismo, y que los está  buscando…: “a quién enviaré, y quién irá por nosotros”. Dice el texto bíblico. ¿Recuerdas?

En efecto, hemos llegado a ese mismo punto, y no es por casualidad, sino por coherencia: en virtud de la Ley que une y coordina los elementos que componen un proyecto: la idea, la voluntad y los medios, en aras a alcanzar el resultado previsto y querido. Es decir, la Ley que une el Principio Creador (Dios), a la Creación propiamente dicha, o realidad,  siguiendo un proceso inteligente y permanentemente activo que denominamos Evolución. O de Creación continua y acumulativa, sin que nada se pierda, ni  azar.

Este es el sentir filosófico y científico a partir del cual deducimos que todo ha existido y existe, siempre y a la vez; que todo está vivo y operativo en todo momento,  aunque en diferentes estados, dentro del proceso. Quiere esto decir que Isaías, por ejemplo, no solo “fue” (histórico, o pasado), sino que también “es” hoy, y seguirá siendo lo que ES eternamente, adaptado a la necesidad de cada época. Porque Isaías no es una persona concreta: Isaías es un arquetipo implantado en el Alma, antes que persona;  un impulso viviente espontáneo (el primero del conjunto llamado Voluntad, como un abanderado entusiasta) movilizado a favor de una causa y entregado al servicio de manera incondicional. Sin reflexión alguna de por medio, sin hacer preguntas…,  a golpe de corazón.

Isaías es el “anunciador interno” del Alma, el siempre despierto, el motor de arranque, el SÍ incondicional y el “multiusos” de Dios… Isaías, es el QUIÉN que moviliza al “hágase creador”,  sin el cual nada habría sido ni nada podría ser.

Luego y tras él, se configuran las personas concretas y los “oficiantes”: los especialistas en actividades concretas como si de la construcción de un edificio se tratase: unos serán (o seremos) arquitectos, otros albañiles, otros soladores, otros fontaneros, electricistas, pintores…Y de su sabia praxis resultará concluida la obra. Pero en la memoria de la Creación constará (invisible) la palabra y  nombre de   “Isaías”, en referencia al impulso espiritual creador que a todos nos puso en marcha, a golpe de corazón.

Bien amigo, teníamos respuesta a la pregunta respecto al QUÉ, o cuál es la Obra a realizar. Y ahora también  conoces  el “QUIÉN lo lleva a cabo”. Solo queda, pues,  por desvelar: el CÓMO hacerlo, que en nuestra concepción de los procesos, exige disponer del necesario “manual de instrucciones”…

Y, en este sentido, creo muy oportuno recuperar las palabras de Krishna (encarnación de Dios en el Hinduismo, equivalente a nuestro Jesús) recogidas en el  Bhagavad-Gita,  donde se contiene la clave o  único requisito para acometer con éxito la obra, y es actuar desde la unidad con Dios, tal como reveló en su día la Nueva Alianza de nuestra tradición, reflejada en el Deuteronomio,  tan próxima al sentir hinduista.

Escucha…  De este modo se expresa el Bhagavad-Gita: “El Señor Supremo se encuentra en el corazón de todos y está dirigiendo los movimientos de todas las entidades vivientes.  Y dice Él: si te haces consciente de Mí, por mi gracia pasarás por sobre todos los obstáculos de la vida condicionada y llegarás a Mí. Pero si actúas a través del ego falso, sin oírme, estarás perdido”.

En definitiva viene a decir que: “Si te haces consciente del Dios que vive en ti (de La Presencia-Shekinah;  o el Padre que está en lo secreto, de Jesús; o el Atmán hinduista) por Su gracia, en todo momento sabrás lo que tienes que hacer o decir”. Lógica pura, por cuanto Dios es  Autor del guión de la Creación y Director de la misma.  Y, ahora, vuelve a escuchar la condición necesaria para lograrlo, que es “hacerte  consciente” de Dios.  Entiéndelo bien, porque “hacerse consciente” no es un acto intelectivo o una comprensión mental, sino una “entrega” en forma de  aceptación absoluta de Dios en nosotros, un acto de Amor total y sin reservas que en el Hinduismo llaman devoción, y en el lenguaje  de Jesús implica una gran metanoia o cambio, como un “nacer de nuevo” expresado o contenido en el concepto arameo  Teshuvah+Emunah: una disposición del Alma basada en la unidad Dios-Hombre de la Nueva Alianza,  en la entrega y la confianza instintiva, plena y total en Dios,  como la que tiene un niño en unos Padres-Buenos que cuidan de él. O aún mayor, “que convierte los hombres en seres espirituales, y  la vida terrena en vida divina…”

Confianza espontánea, ingenua y sin matices; pura e  innata en todos nosotros por nacimiento, pero perdida, o transmutada, a medida que vamos creciendo y nos hacemos adultos…  Adulto: significativo nombre que comparte raíz con el verbo adulterar, y pareciera sugerir que el adulto sea, o es,  una  adulteración del niño, de su naturaleza, plasmada entre otros comportamientos en el diferente modo de confiar: que en el caso del adulto clásico va precedido de un interrogatorio tipo: “A ver, explícame de qué va, qué tengo que hacer…, qué gano yo y quién me lo garantiza”, al que sigue un análisis comparativo entre las opciones posibles y una reflexión pausada, antes de responder   decantándose por lo que aparenta ser más beneficioso para él, al propio tiempo que oculta hipócritamente el recelo, y se acompaña de un plan “B”..., o de varios…, por si acaso.

Sí, estoy hablando del “adulto”, del ser humano convencional  funcionando en  modo “piloto automático”, que es la alternativa opuesta al arquetipo Isaías o “modo habitual  del niño”.  Realidad psíquica en los humanos que justifica aquellas palabras de Jesús: “Si no os hacéis como niños, no alcanzaréis el Reino de los Cielos”, tan explícitas y lógicas. Y tan parecidas  a aquellas de Sri Aurobindo citadas al comienzo y que ahora nos suenan a conclusión… ¿posible?: “de simples hombres se convertirán en seres espirituales, y la vida terrena se convertirá en la vida divina”(…)  “Y enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo ni gritos ni trabajo,  porque todo eso es ya pasado”. Concluye  el libro del Apocalipsis, anticipadamente. Y…, también ¿posible?

Deseable y también posible conclusión en mi sentir: Sí.  Pero  dependiente de un posicionamiento íntimo y  sincero  a establecer en el Alma por cada uno de nosotros; de la unión  con Dios, que es  Autor del Guión y Director de la película. Y no hay más: ese es el necesario y único  “manual de instrucciones”. El “heme aquí” obrador del milagro que convierte a los simples hombres en seres espirituales; a la vida terrena en la vida divina, y al Mundo en el Reino de Dios.

Un conjunto de factores que definen un escenario insólito, nunca antes tenido, nuevo y por hacer. Porque el Paraíso bíblico no es historia, sino proyecto. Y nosotros no somos hijos de la transgresión, ni del pecado, ni de la pérdida como hemos creído, sino de la apuesta creadora por dicho Paraíso. No estamos en la Tierra expulsados de él, sino para fundarlo. Este es mi sentir. Y este es el firme compromiso que subyace en la expresión “Heme aquí, mándame a mí”. Y el impagable privilegio de participar en el “milagro”.

Apasionante horizonte, este señalado; y reto enorme para una humanidad egocéntrica que en su imaginación ha desplazado a Dios a otro mundo, por innecesario, y “okupado” ella el trono vacante. Una maniobra “okupa” de dimensión  mundial que nadie ha denunciado…O se trata, quizá, de una custodia temporal de la casa o del Reino, consentida por su dueño, o Señor… ¿Qué dice el Guión?

No es un juego, amigos. No es un juego la Vida, si bien tiene mucho parecido, pues, como aquél, parece concebida para niños…Y adultos que recuperen la infancia, que no es una etapa de la vida sin más, como suponemos, sino un estado del alma eternamente vivo y disponible. ¿Jugamos…?

Bien…, probemos a jugar como niños, con su mentalidad. Me desprendo, pues, de hábitos viejos, de la antigua Ley basada en el pecado original, el inmerecimiento y la culpa causantes de tanto sufrimiento;  de lo que siempre nos han contado y hemos creído al tiempo que nos hacíamos adultos…, y me dejo llevar adonde el corazón conoce y donde se conserva la Verdad innata, implícita en el niño y la infancia, que decido resucitar  en mí, en tanto que “niño”. Y allí, en ese escenario intangible del Caos Primordial de las antiguas Teogonías, o el Uroboros original que la ciencia de nuestros días identifica como una función de onda o “estado de probabilidad”  abierto a múltiples resultados posibles; allí…, digo: en el momento cero del tiempo, intuyo  al Dios anterior a todo, o “el solo y único existente”  como afirma el Vedanta hindú, imaginando  Su proyecto o Plan (que nosotros mucho tiempo después  denominamos La Creación, del Universo y la del Hombre) preguntándose  cómo llevarla a cabo… “¿a quién enviaré?”, se dice a Sí mismo “el solo y único existente” y, por tanto, el también “único quién” disponible para responder “envíame a mí”, que es el mismo Dios dotado de infinito poder y de múltiples aspectos, haciendo uso de uno de ellos para manifestarse y actuar; el cual  es   identificado luego  por la humanidad adulta posterior, como alguien ajeno con el nombre de Isaías. Pero siendo Dios, en verdad, pues no existe otro, sino ÉL: “el solo y único existente”  al  que he llamado el  “anunciador interno” que todo lo ve: La Presencia o Shekinah,  el Atmán, el Nous, el AinSof…, el Verbo…o el Vacío Cuántico… y tantos nombres más, ideados por el hombre ignorante y olvidado de sí, para referirse al UNO invisible, Creador y sostenedor de cuanto ha sido, es y será. Entre los cuales destacan unos pocos referentes universales, despiertos, sabios y Santos como Krishna o Jesús…, el “nazir”.

Así es el escenario visto con ojos de niño. De este modo, Dios, que concibe la gran obra de la Creación, es también quien la ejecuta y quien la experimenta o vive. Por tanto, la Creación no es una obra hecha por Dios aparte de Sí, sino que ÉL MISMO, mostrado, es la Obra: la Creación es Dios realizándose o haciéndose real y visible a Sí mismo, de manera permanente y continua,  en sus infinitos aspectos, expresados de manera singular en  cada oficiante humano, con  nombre y apellidos, pero  manteniéndose discretamente oculto detrás de la apariencia, del nombre personal y la actividad de unos y otros: encarnaciones todos ellos del Isaías de la metáfora bíblica, o intérpretes, que participan en la construcción siempre actualizada del Mundo y  realizan su tarea  desde la  ignorancia  del Plan de Dios, como “adultos” que se sienten separados de ÉL, por lo que viven y actúan  con  la sensación de ser autónomos y el convencimiento de que son ellos los creadores, o “dioses” (todos, uno a uno, por separado)…,  tal es la discreción del Dios “único” presente en sus corazones y la confianza depositada en ellos dejándoles hacer, que propicia la formación de  seres egocéntricos  erigidos en gobernantes del mundo… y aparentes “okupas”. Solo aparentes, en efecto y más bien custodios o mantenedores del mismo  pues en ellos se está cumpliendo la voluntad del Creador.

No hay desorden, por tanto, ni lo ha habido nunca,  sino orden desconocido. Ignorancia: pero no pecado, ni condena real. Y sí, en cambio, un asunto pendiente: un necesario examen de conciencia o juicio universal, a celebrar algún día, que reconozca al Dios UNO, como el Creador, Conservador y Gestor permanente de la Vida,  y declare  inocente a la humanidad. A vivos y muertos.

Suenan campanas en el amanecer del nuevo día, y el viento sopla a favor de esta humanidad naciente, de “niños” y de mayores nacidos de nuevo. Nada se ha perdido.

El ayer acaba hoy, y el mañana ya está aquí. Y todo está por hacer conforme a la Ley de la Evolución-Creación. Hemos despertado, al fin, y  descubierto cuál es nuestra naturaleza; la altísima dignidad y el poder que recae sobre nosotros…, y lo hallado nos sobrecoge. Hemos comprendido que somos “el Dios actuante” emanado del UNO o ÚNICO, tras un cuerpo, nombre y apellidos humanos. Y, como tal, somos el hacedor (con manos y Alma) del Mundo que queremos vivir  y dejar a nuestros descendientes: el mejor y más noble que seamos capaces. Esta es nuestra posición de partida. Y ahora…

… Recuerda (y recordemos todos) que el Paraíso bíblico no es historia, sino proyecto. Y que no estamos en la Tierra expulsados de él, sino para fundarlo, conforme al guión inscrito en el Alma. Deduce, pues,  cuánto queda por hacer, cuánto por reajustar, cuánto por concebir primero…, y vuelve a recordar la advertencia del que habita en tu corazón: ”Si te haces consciente de Mí, por mi gracia pasarás por sobre todos los obstáculos de la vida condicionada y llegarás a Mí…” Es decir: “lograrás lo que te propongas, pues tu voluntad es la mía”.

Lógica aplastante y, a la vez, una prueba de confianza y de fe que nos enfrenta a aquellas palabras de Jesús que eliminan lo imposible, hoy dirigidas a nosotros: ”Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible” (Mateo 17,20).

Hemos llegado al punto donde la idea que sugiere este escrito titulado: La Humanidad Naciente ha quedado ya  expuesta, como también quedan afirmadas mi voluntad y motivación en aras a su desarrollo, y ahora procede hablar de  hechos  en relación a su cumplimiento. Pues bien, amigos, me complace anunciar la puesta en marcha de una iniciativa añadida a los anteriores compromisos vinculados a mi web: se trata de la apertura de un espacio denominado “el ÁGORA”, de clara inspiración en la Grecia clásica, pues como aquélla de antaño ubicada en el centro de la Polis o Ciudad,  pretende ser un lugar de encuentro y de propuestas, y un referente orientado al mejor entendimiento y gobierno de nuestra vida y asuntos, como sociedad; una suerte de “Plaza del Pueblo” virtual, culta y  moderna adaptada a los nuevos tiempos, que ponga luz a nuestras bases humanas de partida, y que aglutine y oriente nuestros talentos hacia ese Nuevo Mundo al que le ha llegado su hora.

EL ÁGORA de Oikosfera, afronta este reto con entusiasmo y con sentido del deber moral, apoyada en el más depurado saber emanado de todas las ramas de la Ciencia (desde la Antropología, a la Inteligencia Artificial) y de las Humanidades, expuesto por los más ilustres representantes de cada materia, por medio de entrevistas semanales.

Y, naturalmente, empezamos por los cimientos de “la casa”, que es el origen del ser humano, desde la mirada y el saber de nuestro ilustre primer embajador: José María Bermúdez de Castro y Risueño, Paleoantropólogo, Co-Director del Yacimiento de Atapuerca.

Bien, amigo. Sabe (sepamos) que esto no es un juego, sino la base del guión del aludido “Proyecto”, en el que se basa la vida pendiente de ser creada.

Y,  vivirla… Vivirla puede ser un  juego…, de magia. El milagro por hacer, al que hemos sido convocados… ¿Jugamos?

Creo escuchar una voz en mis adentros que habla del grano de mostaza y de hacerse “niños”…  La reconozco, y decido jugar.

Félix Gracia (Junio 2023)

P.D. Puedes acceder al ÁGORA desde aquí

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