“… e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimiese una marca (…) y que nadie pudiese comprar o vender, sino el que tuviera la marca”. (Ap 13, 16-17)

Tengo dos noticias que darte.

Permíteme este clásico recurso como manera de empezar: tengo dos noticias, una “buena” y otra “mala”. ¿Por cuál quieres que empiece?

Por la “mala”.

Bien. Esto ya se veía venir. La cosa apuntaba maneras desde aquel día en que el oficialismo acuñó el término “inmunidad de rebaño” como consigna y objetivo social; y también, aunque no de manera explícita, como moderna definición de la población, de la Humanidad y del Hombre (mujer y varón): rebaño.

En ese momento (que se enmarca en un pomposo discurso “progresista” del oficialismo),   fuimos descendidos de nivel como especie en la pirámide de la Evolución, y arrojados al abismo de la indignidad que implica el ser tenidos por  animales, a quienes fueron hechos a semejanza de Dios. De su misma naturaleza…

Si el pretendido progreso buscaba  acercar las otras especies al ser humano, en una suerte de arrebato humanista,  podía haberse tomado otro camino elevando los llamados “reinos inferiores de la Naturaleza” (animal y vegetal) hasta el nivel de seres emanados del mismo Dios que los humanos, percibidos y reconocidos de ese modo por éstos y, por tanto, merecedores de atención, de cuidado y de respeto; con quienes formamos “comunidad” inseparable y aun familia… Ecologismo puro al estilo del “oikos” que inspiró a la antigua Grecia, que no es poco.

Podía, sí, haberse accionado la palanca del pretendido “progreso” hacia arriba, provocando un despertar de la consciencia colectiva que nos torne compasivos, sensibles a los “otros”, cualquiera que sea su aspecto y función…, pues todos son (somos) “formas” de Dios. Todo lo es, en fin.

Pero se accionó la palanca hacia abajo. Rebaño.

¿Quién movió la palanca? Alguien puede pensar que “los que mandan”: el Gobierno, los poderes fácticos…etc, que nos manipulan. Pero eso resulta irrelevante. Qué más da quién aprieta el botón si el colectivo comparte la idea y la intención. Y este es el caso. Verás: conforme al contenido y funcionamiento de la psique humana, todo cuanto existe en el inconsciente (personal y colectivo) pugna por salir al exterior y hacerse visible. De ese modo, cabe decir que “porque está en nuestra psique la idea e impulso de rebaño, de sentirnos necesitados de pastor que nos guíe, gobierne  y proteja”, se creará la circunstancia que lo saque a la luz y lo haga real.

Dicho de otra manera: no somos rebaño porque lo digan o impongan algunos, sino al revés. Porque en nuestro fuero interno existe esa pulsión hacia el rebaño, algunos desde afuera nos lo harán saber con sus acciones.

Así son las cosas. Así funciona la psique y así se manifiesta la sincronicidad existente entre el mundo visible y el oculto, como ya anunciaran los antiguos principios herméticos: “como es adentro es afuera, como es arriba es abajo”.

Somos (o algo de nosotros quiere ser) rebaño. Masa homogénea sin discernimiento, ni voluntad, ni valor intrínseco, ni fe. Tibios adormecidos, necesitados de pastor que nos guíe, y diga adónde hay que ir,  qué hacer y qué pensar; que nos guarde en su redil llegada la noche,  que nos mantenga vigilados… y contados: señalados con una clave o número que confiere identidad y hace reconocibles  a los  miembros del rebaño como categoría humana diferenciada del resto. Situación  a la que hace alusión el párrafo del libro Apocalipsis que cito en el  encabezamiento del presente artículo: los de la “marca”…

Sí, te estoy contando la “mala” noticia…

Sitúate en el “ahora”. En plena pandemia (aunque hay más escenarios, y no solo este). En el día de hoy…, y el de mañana que está al caer y será parecido. Escucha las noticias. Lee los periódicos: lo que dicen y lo que va entre líneas…; la insistencia en que estés integrado en un colectivo identificable, cualquiera que sea el nombre del recurso o instrumento utilizado al efecto, pues  en el fondo se trata de  una clave identificativa y de control personal que permite la movilidad y la vida cotidiana del rebaño, al propio tiempo que afirma la autoridad de los “esforzados” pastores…, erigidos en garantes de tu vida y custodios morales de la Humanidad. Vigilantes que  a menudo parecieran lobos disfrazados, no solo   por lo que dicen (contradictorio e incoherente) sino por lo que callan.

O lo son, quizá. Lobos con piel de cordero mimetizados en una sociedad de tibios, que  el libro profético del Apocalipsis relaciona con la  “bestia”…; auténticos “amos” o “jefes de manada” movidos por un instinto primario que antepone la preservación de su estatus al bienestar de los demás. ¿Qué cabe esperar y qué sentido tiene todo esto?

“ … Extravió a los moradores de la Tierra (…) e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimiese una marca (…) y que nadie pudiese comprar o vender, sino el que tuviera la marca de la bestia”.  Advierte la Voz en el libro profético (Apocalipsis), siempre actual, del que cabe extraer alguna conclusión, necesariamente provisional, porque apenas conocemos la “mitad” del asunto. O del “guión” de la Vida.

Te he contado, resumida, la “mala” noticia. Medítala sin prisas. Y, si lo deseas, te espero para hablar de la “buena”.

Continuará…

                         

Félix Gracia (Septiembre 2021)

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