“… Pero ha pasado el Príncipe por delante de mi casa y, a su paso, yo le he dado lo mejor que tenía”. (Tagore)
Recupero un artículo publicado bajo este mismo título en Diciembre de 2019 por su clara relación con el reciente titulado: EL AMIGO, que acabáis de leer. Ambos se complementan y enriquecen el mensaje que comparten. Así lo siento, y pienso que quizá a vosotros también os agrade.
Esta fue mi reflexión hace dos años…:
“Tagore nos dejó un legado de cuentos cortos que son auténticas joyas. Uno de ellos se refiere a una niña y a un Príncipe que, en el recorrido hacia algún lugar, pasaría por delante de su casa montado en dorada carroza. Ante tan excepcional acontecimiento y pese a las reticencias de su madre, la niña decidió engalanarse para ese momento con su mejor vestido, y colgarse el precioso collar de piedras rojas que tanto estimaba sobre su cuello. ¡Porque el Príncipe iba a pasar por delante de su casa!
Llegó el ansiado momento y todo sucedió como en un suspiro… La niña, engalanada, se asomó al balcón de su casa y, al paso de la carroza y del Príncipe, arrojó su precioso collar de piedras rojas. ¡Todo fue tan rápido…! Los caballos y la carroza aplastaron el collar convirtiendo sus rojas piedras en polvo, y ni el Príncipe ni nadie se percataron del gesto de la niña.
La madre miró a la niña con gesto de frustración en su rostro y, ésta, percibiéndolo, le dijo: “Ya se, madre; el joven Príncipe ha pasado por aquí y yo me quité el velo, me arranqué el collar de piedras rojas y lo eché a sus pies. Se muy bien que él no recogió mi collar y que fue aplastado por las ruedas de su carroza; y que nadie supo cuál era mi regalo ni a quién iba destinado. Pero ha pasado el Príncipe por mi casa y, a su paso, yo le he dado lo mejor que tenía”.
Uno se queda mudo tras estas palabras que no parecen humanas. La reacción de la niña no se corresponde con este mundo egoísta, donde se busca siempre la recompensa a las acciones, o beneficio. Pero es precisamente ese matiz, lo que convierte al cuento en metáfora de algo que está más allá de lo humano y convencional, que ahora se desvela; y es esto: la “grandeza de alma” de la niña, no se manifiesta en ella por azar, sino por el hecho de reconocer la “grandeza o dignidad” del que pasa, del “otro”. Y es ahí, en ese gesto personal que ve primero el brillo ajeno y lo ensalza, donde está la clave de la transformación propia, pues nunca recibiremos nada que no hayamos otorgado o reconocido antes a los demás. Esa es la “noticia”.
Por eso, quién es el “otro”… ¿Qué se oculta bajo su disfraz humano, que es capaz de despertar lo mejor y más noble de nosotros mismos?
El “otro” es el portador de lo que nos falta a cada uno para Ser pleno y total, imagen semejante y verdadera de Dios.
Vuelve ahora tu mirada al mundo y observa: este mundo egocéntrico, egoísta e insolidario, es un lugar de balcones vacíos y de Príncipes en “paro”. Uno por persona, que ya existe como potencialidad en el alma de todos. Por tanto, ya lo somos en verdad. Pero sólo aparece y se hace real cuando reconoces esa dignidad y realeza en el “otro”, en los demás.
Para eso está el “otro” en tu vida. ¿Qué harías sin él?”
Con estas palabras terminaba mi artículo en Diciembre 2019. En ellas me reafirmo, y añado que a menudo él - el “otro”- ignora ser portador de tan valioso recurso y hasta aparenta negarlo con su conducta ordinaria; pero siempre representa la oportunidad de despertar en ti una cualidad que llevas oculta en tus adentros. Así es la Ley, porque lo que das al “otro” a ti mismo te lo das, y dar significa recibir. En ese orden.
Vuelvo mi mirada al mundo actual y lo siento enloquecido, ciego, inhumano..., fuera de la LEY. Y me pongo a llorar
Félix Gracia (Febrero 2022)