“... y el Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 1-6)

Hoy, en esta sociedad, si no eres famoso por algo no eres nadie. Se trata, pues, de hacerse notar; de hacerse visible, llamativo. No importa el cómo, pero tienes que hacer algo para que todos te vean.

No me refiero al “postureo”, tan común. Eso entraría en la categoría de la frivolidad o superficialidad, harto evidentes. No, la motivación a la que aludo es algo más profundo que atañe a la intención, y no a las formas; al deseo implícito, oculto, egoísta, disfrazado de “buena acción”. A eso me refiero.

En la doctrina emanada de Krishna hallamos tres categorías de acciones humanas: de bondad, de maldad e ignorantes. Las dos primeras no necesitan explicación, pues cualquiera entiende la diferencia entre “bueno y malo”. Nos queda la tercera de ellas... ¿qué son las acciones ignorantes? Pues bien, según Krishna son “todas aquellas que pudiendo ser de bondad no llegan a serlo, porque no se ejecutan con la debida consciencia, sino desde la influencia del ego que las torna egoístas”. Y éstas, no dan el fruto debido, o que podrían dar.

Él mensaje es claro: financiar la construcción de un hogar para personas necesitadas, por ejemplo, es una obra de bondad. Pero si lo haces con la intención de ser reconocido socialmente, ensalzado o aplaudido, se torna acción ignorante que no da el fruto debido (el que le correspondería como acción de bondad). Las acciones ignorantes en la cosmovisión hinduista, son algo así como “oportunidades desperdiciadas” que, además de perder algo valioso, acentúan y sostienen al “ego falso” (hecho de apegos) y por medio de éste, la vida condicionada generadora de sufrimiento.

Y llega Jesús, sólo separado de Krishna por el tiempo, pero unidos en una esencia común que convierte a ambos en Ishvara, o “Encarnación de la Divinidad”.

Y Jesús advierte: “Cuidad de no practicar vuestra justicia (vuestras buenas obras) delante de los hombres para ser vistos(ensalzados o reconocidos) por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre Celestial”. En efecto, porque aquellas buenas obras se habrían tornado en “obras ignorantes”, que no dan fruto... Las más abundantes, por cierto, en nuestra vida diaria de claro acento egoísta.

Y recomienda que cuando des una limosna, por ejemplo, que es una acción buena, lo hagas discretamente, sin tocar la trompeta(“que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”), como en secreto, y añade: “Y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará”. Así, de ese modo, la acción buena se concreta como tal, y da el fruto máximo que está llamada a dar.

Comparto contigo esta reflexión hablándome a mí mismo; como advirtiéndome de la necesidad de actuar con absoluta pureza de corazón, ahora que parece sonar la trompeta llamando a filas a los soldados del reemplazo, a la “generación bisagra” (a la que referí días atrás en mi artículo “La realidad, sin paños calientes”) que asume la tarea de abrir una puerta alas nuevas generaciones, y de ser puente solidario entre dos mundos... Y uno siente el tirón, las ganas y el deber, todo junto... y se siente lanzado, imparable...

Llegados a ese punto ya no hay marcha atrás. Así lo siento. Pero ante tal situación, sepamos que no basta con tener buena voluntad; es preciso también mantener una actitud vigilante para con uno mismo, que convierta nuestras acciones en: OBRAS BUENAS. Esas que lo son, y no ocultan interés personal bajo su aspecto bondadoso.

- Félix Gracia (Junio 2020)

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