Transcripción literal del video:

 “Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo…” (Mt 5, 38)

 

Hola amigos, sed bienvenidos…

 

Dos mil años después, aquellas palabras de Jesús siguen siendo actualidad. Y todo “él”, a decir verdad, es actual. Una asignatura pendiente para la Humanidad de hoy, desorientada y huérfana, que busca refugio en esta larga noche de tormenta.

 

Pero yo os digo…” Sí, aquel innovador “pero”…; aquel matiz que, sin negar lo anterior, lo deja en suspenso como advirtiendo que ahora “toca hacer otra cosa”. Aquella voz silenciosa que evoca algún lugar a orillas del Lago Tiberiades donde fueron pronunciadas, o del Alma humana de siempre que la está esperando…, que aguarda a un día de nuestra vida en que es al fin escuchada y sentida. Hoy, tal vez…

 

Aquella voz…

 

Verás. En nuestra mentalidad, el aludido “pero yo os digo…” de Jesús se circunscribe a los conocidos versículos del evangelista Mateo, que concluyen con recomendaciones como esta de: “…que no os resistáis al mal; y al que os abofetee una mejilla ponedle la otra… (etc. etc.)”. Una recomendación ética, en definitiva, basada en la conveniencia de no responder con “mal” cuando se recibe éste, pues de ese modo se perpetúa el “mal”; sino en devolver el “bien” para que éste se establezca en la vida. Acertada y valiosa sugerencia en sí misma, por tanto, pero limitada y escasa si se trata de conocer cuánto se contiene en el añadido: “pero yo os digo…”, de Jesús. De aquel Jesús que vino “como Luz para el Mundo”, según sus propias palabras. Declaración que alude a un tiempo nuevo y a otra manera de vivir, y al necesario despertar de la consciencia humana en aras a su realización.

 

De él, de ese Jesús en quien yo creo, quiero hablarte. Brevemente ahora, pues tiempo habrá de hacerlo largo y tendido más adelante y en este mismo lugar. Mas hoy, basta con una pincelada que quepa en este corto espacio, pero sea suficiente para mostrar el alcance de ese Jesús que, sin negar la Ley dada a los antiguos, no cesó de añadirle nuevos significados, aun si no iban precedidos del expresivo “pero yo os digo…” No hacía falta reiterarlo a cada paso, pues todo su mensaje constituye un “pero yo os digo…”, en relación a lo anteriormente establecido; una novedad, un cambio. Un punto de inflexión que ha marcado un antes y un después en la Historia de la Humanidad, que pasa a ser medida y categorizada en términos de “antes de Cristo” o “después de Él”.

 

Porque después de ÉL, “el tiempo está vencido” y ya nada es igual.

 

Así que, una pincelada a elegir entre tanto contenido… Y yo elijo hoy referirme ala “Declaración de Derechos Humanos” más grande  de la Historia aunque nadie la haya llamado así, porque siento que es la piedra angular que sostiene a todo lo demás; me refiero al hecho de que Jesús, aquel ser humano hacedor de milagros llamado Jesús, realizó el mayor de todos ellos, que es este: bajó al Dios del Cielo y lo introdujo en nuestra casa y en nuestro cuerpo, transformando al Dios Trascendente, abstracto e inalcanzable en un Dios “humano”, de nuestra raza y familia, al que define como un “PADRE BUENO” que conoce tu necesidad y la atiende.

 

Esa acción de Jesús nos convierte a todos, de simples seres humanos, en “hijos de Dios”. Y a Dios, en “nuestro padre”. Unidos ambos por el Amor y la fuerza de la sangre en un cuerpo físico con capacidad para sentir y expresar. Un verdadero milagro que nos hace ser semejantes a Dios…!

 

A partir de esa revelación, Dios deja de ser un extraño; ya no cabe preguntarse dónde está o en qué se ocupa Él, pues siendo ambos semejantes, Él vivirá lo mismo que estés viviendo tú en cada instante de tu vida. La vida del Hombre es también la vida de Dios. Así, tal como suena, sin metáforas de por medio. Dios está en todos los sentimientos humanos, puesto que son comunes a ambos; es decir, está en todo sentimiento nacido de ti en relación a los demás. Date cuenta de esto y comprende su alcance: Dios está en todo sentimiento que nace de ti en relación a los demás. Por tanto, sabe que el Amor que das al “otro” es el mismo que Dios siente por ti; que ese Amor que tú das es el que has recibido y el que estás recibiendo de manera permanente. Aunque solo cuando lo pasas al otro lo percibes en ti. Date cuenta…; el “otro” o los demás, son la señal y medida de tu relación con Dios: si les amas a ellos, te sentirás amado por Dios. Esa es la Ley. Y el milagro.

 

Jamás antes ni después ha sido reconocida tanta grandeza y dignidad a los hombres. Ni tanta naturalidad y cercanía a Dios. Jamás.

 

Pero tuvo lugar. Sucedió. Silenciosamente, como todo lo de Él. Sin redoble de tambores… Con la fuerza motriz del sentimiento, la certidumbre y la confianza ciega que definían su personalidad, contenido todo ello en la palabra aramea: Emunah. La fuerza vital que nace del corazón como un “río de aguas vivas”, que se extiende y fecunda la Tierra…

 

Nos cuentan que Jesús hizo muchos milagros. Pero éste, que fue el mayor y más importante, se les olvidó registrarlo…, y nadie nos habló de él.

 

Han transcurrido dos mil años, y soy consciente de que la realidad social manifestada en el mundo presente, en nuestras calles, en nuestras casas y aun en nuestro comportamiento, no se corresponde con el relato que acabo de hacer… Y alguien puede pensar de mí que vivo en un mundo Disney, de fantasía y que no me entero.

 

Lo sé…Observo el mundo de afuera, cómo se muestra, tan llamativo, tan poderoso y convincente …; ¡tan aparentemente real…! que uno mismo no percibe que esté dentro de la Caverna de Platón, abducido por las sombras que aparentan ser reales. Por el contrario, uno vive convencido de que su vida y todo lo demás constituyen el mundo real, y único.

 

Soy consciente de ello. Consciente de la hipnosis colectiva que nos ciega a los humanos. Pero percibo también un mundo dentro de mí, distinto. Tan distinto…Otro mundo, en verdad, otra vida… Otra realidad, pacífica, donde se escucha una voz familiar…; aquella lejana Voz de un “hacedor de milagros” que dice: “Pero yo os digo que no temáis, pues no os abandonaré nunca, sino que permaneceré en vosotros hasta el fin del Mundo”.  

 

Me despido de vosotros con un fraternal abrazo. Gracias por estar ahí.

 

- Félix Gracia (Marzo 2021)

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