“Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas (…) Díjome: hecho está”  (Ap 21, 5-6)

Tenía dos noticias que darte, ¿recuerdas? Te conté la “mala”, y ahora es el turno de la “buena”. Porque, como anuncia el versículo anterior, todo ha cambiado…

¿Todo ha cambiado, de verdad? Escribo estas líneas bajo la impresión de la noticia que concierne a Afganistán, al país y sobretodo a las personas, y me aferro a la posibilidad de ese cambio largo tiempo  anunciado. Y me pregunto dónde está, o qué lo retiene o qué falta por hacer… Porque la deriva de este mundo deshumanizado no apunta a mejor.

Afganistán, es el nombre de un país como todo el mundo conoce. Pero es  algo más que eso: es la fotografía más reciente (aunque no la única) de la ignominia humana, del desastre moral de la Humanidad, de una civilización egoísta y ciega, sin cimientos, sin Norte y sin alma.

Esto es lo que hay, el “orden mundial” establecido: el Mundo real, sin tintes pesimistas ni eufemismos innecesarios. La realidad, a secas, incluso si en tu corazón y en tu casa habita Dios…, pues esto debe ser lo más parecido al “infierno”. Suponiendo que no lo sea ya, y estemos en él...

¿Quo Vadis, Humanidad…? No hay palabras para medir el nivel de degradación  y de tragedia alcanzado,  ni el daño físico y moral sembrado ya, que nos recuerda aquellas palabras del Buda advirtiendo que “si hay dolor en el mundo, alguien lo sufrirá”.Tenemos pues asegurado el dolor, dada la magnitud de la siembra. Y esto no es pesimismo: es el Mundo real, sin ficción.

Frente a este sombrío horizonte, una lejana voz nos llega como soplo de aire fresco: “He aquí que hago nuevas todas las cosas: hecho está”; afirma esa voz: la Voz  del libro de la Revelación, anunciando de ese modo la existencia de un “mundo nuevo (distinto al anterior llamado “viejo”) en el que ya no habrá lágrimas ni dolor ni muerte…” Y, uno en su pequeñez, necesita creerlo para mantener el ánimo y no desfallecer.

Pues bien, ese “mundo viejo” caracterizado por la aflicción  (vida de limitaciones y sufrimiento…) es el que en mi artículo anterior constituía la “mala noticia”; el mundo real y la vida humana presentes,  nacidos de la Caída o  pérdida del Paraíso, de la creencia en el  “pecado original” y de la separación.   Y, el “mundo nuevo” al que ahora me refiero y que surge de la Revelación (Apocalipsis), constituye la “buena noticia” pendiente de desvelar conforme al esquema de mi relato, y que ahora le llega su turno.

Existe sin duda ese “mundo nuevo” por vivir, y esa es la “buena noticia” para esta sociedad de afligidos, y una gran noticia para la Humanidad. Pero no basta con saberlo…

Llegados a este punto, es preciso entender que en el orden de la Creación, dicho mundo ya existe (“hecho está”, por tanto) pero en estado potencial, a modo de futuro posible. Igual que existe el árbol en el seno de la semilla, o este mismo artículo en mi psique antes de ser escrito por mí: ambos como potencialidades susceptibles de convertirse en realidades…, si se cumplen las condiciones necesarias (como  ser plantada la una o  ser escrito el otro, en el  ejemplo). En caso contrario y aún siendo posible en ambos casos, jamás pasarían de la latencia o potencialidad a hacerse reales. Tengámoslo claro.

Así pues, el hecho de que el “mundo nuevo” exista, no garantiza que lo vayamos a vivir y disfrutar. Aún no. Pero no te desanimes… Solo comprende que hay cosas por hacer (como en el caso de la semilla y el árbol) para convertir lo potencial (o posible) en real.

Y el primer paso consiste en entender que no existe un único futuro, sino múltiples. Y que cualquiera de ellos puede “sobrevenir” y hacerse presente, aunque no de manera azarosa o casual, sino como respuesta a las motivaciones del alma, al posicionamiento interno que nos vincula a uno de esos futuros uniéndonos a él, y a ningún otro. En consecuencia, si queremos hacer realidad el “mundo nuevo” anunciado,  es necesaria una disposición clara y rotunda de “consciencia y voluntad” (de saber y querer, juntos) un firme propósito personal por alcanzar el objetivo (el futuro elegido) que en nuestro caso denominamos “mundo nuevo”, y que hemos concebido como un “Reino”: un hábitat regido por un “Padre/Madre Bueno”, llamado Dios; un espacio de Comunión con la Divinidad y con todo lo creado, idílico,  que reproduce aquel primero  asociado a la vida en el Paraíso Terrenal, anterior a la Caída y la separación, del que procedemos. En definitiva, el Paraíso, recuperado y vivido, ahora ya, con plena consciencia: el Reino de Dios.

De esa semilla de “consciencia más voluntad” (de saber y querer) sembrada  en el alma, nace el árbol o “mundo nuevo”. Por eso: “Buscad el Reino de Dios…, y el resto os vendrá por añadidura”. ¿Recuerdas estas palabras? Las pronunció un  joven galileo que las hizo realidad  en su vida, hace dos mil años, para ser recogidas por los de hoy.

Ese es el futuro ya escrito y la “buena noticia”…

Aquí lo dejo, a sabiendas de que nos queda mucho por desvelar, y dispuesto a contribuir. Así que volveré…

Mientras, concedámonos el silencio y la meditación como compañeros.

Félix Gracia (Septiembre 2021)

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